En la flora y fauna escolar podemos encontrarnos con distintos tipos de seres, los que, a las finales, le dan el toque de entretención a la a veces rutinaria vida escolar. Algunos de estos personajes célebres son los buenos para la chucheta, otros los que venderían hasta a su abuelita por unas chauchas, y también, los profes que se juran onderos. Dependiendo de la personalidad que tengamos, atraeremos a alguno de ellos ejemplares a nuestro círculo cercano.
Uno de los especímenes más antiguos en esta jungla colegial, pero del cual cuesta encontrar información relevante, es el “fomingus aburridus”. Por más que busques en conversaciones de curso o libros de clases, alguna historia interesante, costará mucho encontrar algo entretenido que decir del compañero fome. Lo poco que sabes de él es que está, lo ves, ocupa un espacio, come, respira y conoce el idioma español, pero pareciera que no hay mucho que decir de ese ejemplar. En ocasiones son sujetos aislados, pero en otras, son toda una manada de lateros.
Los compañeros fomes son fáciles de identificar, porque son el antagonista de la palabra diversión. Ellos son inmunes a las ganas de carrete, a la sed de día viernes, a las series de moda y también a los videojuegos, ya que cuando le preguntas si quiere ir a un mambo, a tomarse una chela, a ver una maratón de alguna serie o si le interesa participar de una junta gamer, sus respuestas serán no, no, no y no.
Al principio, cuando recién lo conoces, te da un poco de pena porque la mayoría de las veces lo observas solitario y aislado del grupo curso. Por eso, tu ángel bueno te lleva a tratar de integrarlo e intentas, con todo tu ser, que se sienta parte del cole y para ello, comienzas a acercarte, a tratar de sacarle palabras (con caña de pescar, porque no habla demasiado) y también a demostrarle interés. Además, buscas desesperadamente alguna fórmula para hacerlo participar de las actividades estudiantiles.
El problema es que parece que estás más tú preocupado porque él se integre de lo que el mismo lo está, es más, da la impresión de que le importa un fruto de palmera el tratar de ingresar al mundo de la diversión escolar. Después de un tiempo terminas rindiéndote, porque por más que te esfuerces, los estudiantes fomes son como esos grupos colectivos e interminables de krill, que nadan, nadan, nadan y nadan, pero sin mirar más allá de lo que tienen al frente.
La verdad es que te parece casi inexplicable el que alguien pareciera no interesarse por nada, no demuestra algún gusto divertido en particular, no se tira un par de chistes o unos pasos y no tiene ninguna anécdota para contar, después de un fin de semana. Es como si fuera un viejo de 900 mil años, encerrado en un juvenil y mambeable cuerpo de adolescente. Sin duda es un desperdicio, porque tú en esas condiciones, estarías viviendo tu vida a full y por lo menos con un hachazo a la semana.
Llega a ser llamativamente sospechoso que alguien pase tan piola en la intensa vida secundaria, que nunca se anime a participar de nada y que siempre lo veas, cuando termina el horario de clases, partiendo derechito a tu casa. A veces te urjes un poco y piensas si será parte de algún tipo de conspiración y este compañero es un infiltrado de otro planeta, cuya misión es cubrir de fomedad a tu curso y desterrar la diversión de las existencias juveniles.
Cada loco con su tema y al parecer, en el planeta fomelandia, el ser aburrido es un logro por el cual serás condecorado y es por eso que ser latero, además de parecer una foto plastificada, es todo un arte, porque requiere de mucha fuerza de voluntad, desinterés por las cosas esenciales de la vida y además el estar destinado a transitar un camino solitario, ya que difícilmente alguien querrá ser reconocido como el fome del curso o como el amigo del fome del curso, que por añadidura, también será visto como aburridooooo.