En la flora y fauna estudiantil conviven a diario diferentes clases de estudiantes, como por ejemplo, el matutero, el que quiere quedar en una U tradicional pero es más flojo que la mandíbula de arriba y está también el o la que tiene boca de camionero y que no puede decir una frase sin que esta contenga una mala palabra. Es parte de su ADN y así como hay personas que se esmeran por hablar y escribir bien, para él es parte de su rutina diaria el echar una cuantas chuchadas.
En las palabras vulgares es una eminencia y es capaz de innovar en esa área, ya que siempre te sorprende con alguna expresión que no habías escuchado nunca en tu vida. Es más, debería escribir un diccionario de groserías, ya que el tipo es un diamante en bruto y sin lugar a dudas podría llegar a convertirse en un referente para todos aquellos groseros amateur, pudiendo llegar incluso, a punta de trabajo duro, al nivel de Daniel Víches o Paty Cofré.
Pero ese talento que a ti y tus amigos les parece divertido e incluso les alegra la vida, a tu vieja no le parece nada de gracioso y por el contrario, detesta que alguien que conoce garabatos que aún no han sido inventados, se junte contigo, sea parte de tu curso y respire el mismo aire que tú. El problema es que por más le adviertas y le adviertas a tu compañero que se muerda la lengua delante de tu mamá y no diga garabatos, a este joven se le sale por los poros el decir malas palabras.
Como tu vieja lo detesta, siempre que hay rumores sobre posibles problemas al interior del curso, ella tiene la costumbre de echarle la culpa a él de todos los males del universo, incluso de los problemas con la educación en nuestro país. En las conversaciones de adultos (aburriiiiiiidos), siempre lo saca a colación diciendo que en tu curso "hay un niñito súper irrespetuoso, al cual parece que no le enseñaron modales" y tú la miras con cara de "ya le dio de nuevo con el mismo tema".
Este compañero maneja su propio vocabulario de abreviaciones, en donde CTM, PLW, PLCH, CSM, son parte de ese conocimiento bendito que él ha decidido, de manera desinteresada y a todo pulmón, compartir con sus compañeros de curso. Por razones obvias, este secundario siempre tiene anotaciones negativas y le llaman el apoderado por abrir demasiado la boca y dejar salir tanta basura de ella.
Lo peor es cuando te toca invitar al prodigio de los garabatos a tu casa, ya que no entiende las mil y una excusas e indirectas que le dices para que no te vaya a ver y desde que pone un pie adentro de ella, se le sale alguna grosería. Cuando contesta el celu, se ponen a jugar algún videojuego y pierde o cuando cuenta algún chiste, inevitablemente terminará diciendo groserías a viva voz, dentro de tu hogar y con tu mamá presente, que siempre parando la oreja y revolcándose en silencio u orando con un diccionario, porque a su pobre bebé de oídos vírgenes (o sea, tú) se lo está corrompiendo un cabro "sin futuro y que no es capaz de respetar las casas ajenas" (o al menos esa película se pasa tu vieja).
Cuando tu compañero por fin abandona tu nido, tu mami te repite el típico discurso de "no quiero nunca más a este niñito en mi casa" pero a la larga sabes que no es más que un una de esas frases "para el bronze" de mamá y que no pasará más allá de una que otra mirada fea que ella intercambia con tu compa, ya que él es parte de la flora y fauna escolar y aunque a ella no le guste, tú lo debes ver sí o sí todos los días y no puede prohibírtelo.
Diga lo que diga tu mamá, tú sigues encontrando chistoso que tu compañero sea garabatero y sabes que es un personaje necesario al interior de tu curso, ya que siempre es bueno tener a alguien que te defienda, cuando sea necesario, a punta de palabras terminadas en "ón" y que te haga reír con su talento único de echarse 10 groserías en menos de 3 minutos y sin repetirlas entre sí. Mal que mal, no todos tienen el privilegio de tener al alcance de su sala de clases, su propia versión adolescente de Paty cofré.