Según esas historias que nos cuentan nuestras abuelas o mamás, cada ser humano antes de nacer recibe un talento para que su vida sea justa y tenga herramientas para sobrevivir, además de ser útil en la sociedad. El problema es que no todos logran descubrir cuál es su gracia o son demasiado perezosos como para esforzarse por sacarle partido a sus cualidades e incluso pulirlas a punta de esfuerzo y trabajo. Pero siempre está esa persona que irradia ese don que tiene por los poros y que con tan sólo mirarlo puedes saber cuál es su propósito en la vida. Eso suele pasarnos con los compañeros que tienen vocación de comerciante, porque a leguas se nota que no cualquiera podría convertirse en el matutero del curso y vender hasta sus pisadas.
Es admirable ver su perseverancia y mirarlo un día vendiendo un paquetito de chicles y ya a la otra semana tiene su propio emporio. El estudiante con vocación de comerciante tiene buena labia y sus argumentos de venta son tan convincentes que podría venderte incluso tu propia basura y hacerte pagar el triple de su valor. Por razones obvias, a veces sobrepasa el límite del chamullerío, ya que es capaz de decirte que un lápiz vuela con tal de que se lo compres. Lo más genial de todo es que le resulta y ves como día a día le vende a tus compañeras esos aritos o pinches que valen 500 pesos, mínimo a luca y que ellas se vuelvan locas con las supuestas "ofertas", hasta el punto de agotarle la mercadería al matutero en 5 minutos. De hecho, cuando miras sus productos, te sorprende que alguien esté dispuesto a comprar eso que tú catalogas como porquerías y que no darías ni un peso por ellas, pero el vendedor estrella te cuenta un parlamento tan fantástico que todos se pelean por sus chucherías.
El matutero es ambicioso y siempre encontrará algo que venderte y si no tiene un producto a mano será capaz de ofrecerte su alma o un riñón, con tal de ganar unas lucas. Pero aunque lo ves guardándose frascos y frascos llenos de dinero, es verdad eso de que la gente rica tiene plata porque es tacaña. Este secundario vendedor refleja perfectamente eso, ya que a pesar de tener sus lucas anda bolseando colación, siempre pone menos de quina en los carretes de curso o para las convivencias inventa que su cooperación se le quedó en la casa, en vez de derrochar su plata en videojuegos, miniwis y figuras de acción, como sabiamente lo harías tú.
Además, este mini comerciante lleva la negociación por las venas y siempre termina consiguiendo cosas que nunca pensaste que pasarían, como que la profe le suba una décima a su prueba, que lo dejen ir a un carrete de curso aunque esté castigado por 10 mil años o que él sea el que ponga las condiciones al salir con la chica más linda del curso. Es todo un winner, que no necesita de buena pinta o vivir en una comuna del barrio alto para lograr sus metas. Lo que más admiras de él es que es perseverante e inclusos en los momentos en que el negocio no estuvo bueno, en lugar de rendirse, le puso el doble de pilas.
Aunque lo mires y se vea de aspecto simple, lo cierto es que este compañero tiene un potencial enorme, sobre todo porque hace parecer el arte de las ventas algo fácil de llevar a cabo, pero cuando tú intentaste dártelas de vendedor, terminaste fiando la mitad de tus productos sin que te los paguen y la otra mitad regalándola a todos los que te caen bien. Por ello, aunque sea manito de guagua, bueno para el cuento y le busque la décima pata al gato con tal de ahorrarse 2 pesos, sabes que no cualquiera puede llegar a ser como él. Como maneja plata, este estudiante tiene imán con el sexo opuesto, mal que mal tiene el poder adquisitivo como para ser un buen pretendiente. El pequeño gran pero es que como es apretado, quien quiera estar con él, tendrá que apretarse el cinturón y conformarse con mirar a su amorcito ganar y ganar plata, pero que no se raje ni con un helado Fruna.
El alumno "yo no vengo a vender, vengo a regalar" destaca además por un carisma que lo acerca a la gente y que aunque tire la talla más fome de la vida, las personas se reirán porque él sabe cómo decir las cosas y con qué palabras, mal que mal convence a la gente para que le compre cosas que hasta en la calle valen más baratas. Además, le vaya o no bien en matemáticas, el gallo se peina con el presupuesto, las ganancias, el margen de pérdida y sus gastos siempre terminan cuadrando. En cambio tú, aunque tengas una mesada de 5 lucrecias, nunca puedes organizar tus gastos y tus ingresos desaparecen, como por arte de magia, la primera semana en que los recibes.
Ojalá todos tuviéramos el don de negociante, así tendríamos unas monedas que sonaran en el bolsillo y no tendríamos que andar a la caridad de nuestros viejos, buscando miguitas de mesada que necesitamos y que si les sobra un poquito a nuestros viejos, les pedimos que nos las den.