Nunca faltan y existe en todos los cursos. Nuestro querido compañero que no es ni porro ni el mateo, el que anda por ahí con los morados porque siempre se salva del rojo pero que tampoco se esfuerza por sacarse un azul. El que a final de año se juega la vida para no quedarse pegado y poder seguir con su curso: como no darle una mención honrosa al “cuatrero” Y que rabia cuando llega el día de una prueba y están todos estresados estudiando (o en realidad calentando la materia), corriendo desesperados, las mujeres histéricas y llega este famoso cuatrero, se sienta sin saber ni haber estudiado nada y da la prueba con la mayor tranquilidad del mundo.
Lo peor de todo es que el día que entregan las pruebas, después de como dos semanas de espera y de nervios por el resultado, ¡el tipo se saca un cuatro y todo el resto que estudio un rojo o igual nota que él! Entonces tú le preguntas que chucha hizo para sacarse esa nota y él te responde “Puta perro, iluminación divina no más”. Y a ti te dan ganas de tirarte los pelos y pegarle hasta morir.
Esa despreocupación tan admirable y odiable al mismo tiempo. Tienen una fe y tranquilidad que el día de tener que dar alguna prueba o disertación, los dioses lo van a iluminar con toda la sabiduría del universo que es envidiable.
Pero eso sí, cuando llega el final de semestre y sus papás tienen que ir a la reunión de apoderados, se esconden debajo de las sábanas con la esperanza de que no los encuentren a la vuelta para no tener que explicar las cantidades de cuatros mediocres y las inasistencias.
Porque claro, aparte de siempre andar sacándose esos cuatros salvadores, tampoco van nunca a clases y si van, es sólo para poner los pies sobre la mesa y hablar por whatsapp o jugar con el celular, porque en realidad no toman apuntes ni nada por el estilo.
Y finalmente cuando ven que están en la quemada y se la tienen que jugar para sacar adelante esas notas, aplican ese encanto tan agraciado con los profesores y les ruegan de rodillas si es necesario para que les dejen hacer trabajos para recuperar o subir alguna que otra nota. Y como tienen ese carisma y esos ojitos de perrito mojados tallados en la cara, obvio que le dicen que sí.
Y así logran pasar de curso y sobrevivir al colegio sin tener que esforzarse mucho…