Para algunos, las Fiestas Patrias son toda una complicación. Es muy típico que en esta fecha a nuestros padres les da con todo por el espíritu familar y hacen lo que sea por mantenernos en los almuerzos con los tíos, abuelos y todo tipo de parientes que no vemos nunca. Pero eso es sólo el comienzo; el asunto se pone difícil cuando nos quieren llevar a fondas, a asados en la casa de un primo lejano o, lo que es más terrible aún, llevarnos a pasar todos los días en la playa con ellos y nosotros muriendo por carretear con nuestros amigos.
Para qué estamos con cosas; amamos a nuestra familia, nos encanta estar con ellos y esas sobre mesas domingueras para muchos, son un momento de relajo y entretención semanal. Sin embargo, si se trata de las Fiestas Patrias, en donde vemos cómo todo el mundo prepara carretes con amigos, algunos se van a celebrarlo a la playa y hay mil lugares para ir con el pololo/a, la verdad es que pasarlo con los “viejos” en un lugar apartado de la civilización, no es precisamente el panorama ideal.
Mucho menos ahora que celebramos el Bicentenario y tenemos más jornadas de relajo: son 5 días y 4 noches en que sólo se comerá carne y tus oídos quedarán completamente saturados de cueca y cumbia. Algo que no ocurre todos los días y, por ende, una oportunidad única para compartir con tus amigotes más cercanos.
Entonces, viene el conflicto interno ¿Acatamos “calladitos” y pasamos el 18 con ellos para evitarnos problemas o simplemente nos revelamos?
En base a mi vivencia, les comento que elegí la segunda opción después de haber cumplido los 16. Mi mamá siempre había sido muy aprensiva y no me quedó otra que hacerle ver mi punto de vista. Ya estaba en una edad en la que necesitaba hacer mis propios panoramas y vivir mis experiencias. La forma en que se lo comenté fue bastante madura y, por esta misma razón, terminó cediendo. Además, confiaba en mí y en mis amistades.
Es por esto, que la rebeldía como tal (aquella en que gritamos, mandamos todo a la punta del cerro y terminamos pegando un portazo), no es la mejor forma de hacerles entender a nuestros padres que somos grandes. Por el contrario, estas aptitudes sólo alimentan más sus pensamientos de que aún seguimos siendo unos niños inmaduros.
La mejor receta, para estos casos, es siempre el diálogo. Conversar de manera controlada, haciéndoles ver nuestros puntos de vista y manteniendo siempre la calma, pese a que ellos la estén perdiendo, es la mejor manera de lograr la tan ansiada independencia dieciochera.
Y a ustedes ¿Cómo les va con este asunto? ¿Pasarán el 18 con sus padres o con los amigos?¿Dividirán sus tiempos? ¿Cómo les va con los permisos?
¿El 18 con los papás o con los amigos?
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Secundarios