Me encuentro sentado en la última mesa del salón, viendo a mis compañeros despedirse e imaginando en retrospectiva todo lo que viví desde que ingresé al colegio cuando apenas tenía 4 años, ¡vaya que he cambiado desde ese momento hasta ahora! Ya no soy el mismo niño que lloraba por sus padres toda la mañana, mientras la maestra trataba de dar su clase; ahora estoy a punto de culminar mis estudios medios y empezar a vivir mi vida.
Escribo esto con los sollozos de mis compañeros al fondo, todos están muy tristes porque este es nuestro último año en el colegio y ya faltan pocos días para que acabemos las evaluaciones finales. No me malinterpreten, tengo sentimientos y me cuesta aceptar que ya no estaré junto a ellos en las aulas, ni en la hora del recreo o durante la merienda; soy consciente de que ya no tendremos mayores motivos para reunirnos todos juntos, pues cada uno tomará su rumbo. A pesar de ello, puedo decir que lo mismo que me acongoja es lo que me causa gran alegría.
La vida está llena de etapas, estamos cerca de finalizar una, pero eso significa que otra puerta aún más grande está a punto de abrirse. Me parece irónico que cada uno hable de sus metas y sueños con emoción, deseando alcanzarlas lo más pronto posible, anhelando el éxito en cada una de ellas, pero que al mismo tiempo no quieran salir de aquí, de estas cuatro paredes que nos limitan a disfrutar de la verdadera aventura que es vivir.
¿Por qué la vida comienza a los 17?
Según diversos estudios estadísticos, a los 17 años la mayoría de los jóvenes terminan su último año en el colegio e ingresan a la universidad, lo que para mí se traduce en despertarse a diferentes horas, cambiar la rutina, tener mayores responsabilidades (pero, sin duda, más libertades), estudiar materias que me agraden, conocer a nuevas personas con las que tenga mayores cosas en común, entre otros beneficios que en definitiva ya quiero adquirir; ¡necesito que mi familia se dé cuenta de que ya crecí!
Desde que nacemos, nuestros padres hacen lo mejor que pueden por nosotros, aquello que consideran apropiado y que la ley les obliga a cumplir (como la educación), por lo que somos parte de una especie de sistema de adoctrinamiento, lo que no está mal, porque nos forma como buenos ciudadanos, nos brinda principios y valores, pero a veces nos impide tomar decisiones o mostrar nuestra esencia. Sin embargo, cuando cumples 17 te permiten salir del cascarón, para que experimentes el mundo por ti mismo.
Tardé en darme cuenta de todo esto, no sé cómo no lo vi antes. Reconozco que hace un par de semanas también me encontraba como ellos, sentado en un círculo, recordando lo que hemos vivido juntos, tratando de que no se me notara la voz quebrada cuando hablaba. Pero hoy escribo todo esto para que ellos no sigan derramando sus lágrimas, sino que se alegren y celebren, como yo, que estamos a punto de sentir la plenitud que nos dará vivir a nuestra manera.
Acabo de subir la mirada hacia ellos, todos me notan aislado, están extrañados por mi comportamiento, supongo que piensan que estoy realmente mal y no quiero seguir pensando en la inminente despedida. Vienen en conjunto a hacerme compañía. Lo que no saben es que soy yo quien les va a alegrar el día dándoles las mejores palabras de aliento: ¡Amigos míos, la vida comienza a los 17!