Maldito Amor: Mirar a alguien todos los recreos y no atreverse a hablarle

La mayoría de estas historias terminan de tres formas: hablando e iniciando algo, hablando y ser rechazado o guardarte los sentimientos consiguiendo que ella nunca sepa que te gustaba.

Un día un compañero-amigo al que le decíamos “Talo”, nos cuenta a mi mejor amigo y a mí, que le gusta una loca de otro curso, que siempre la quedaba mirando y que le gustaba mucho. Cuando le pedimos que revelara la identidad de la mina en cuestión nos dice que es “la italiana”, una chica que iba dos cursos más abajo.

Ahora supimos porque nos contó esto, nosotros con la italiana teníamos buena onda, era una cabra que realmente no me acuerdo como empezamos a conversarle (quizás fue en un carrete), pero lo hacíamos periódicamente, por lo que se podía decir que había su comunicación fluida.

• - “Pero anda y habla con ella, si es buena onda la cabra”, le decíamos.
• - “No, me da vergüenza compadre”, nos respondía.

El Talo, en vez de pedirnos que se la presentáramos (que hubiera sido lo más obvio y directo), nos pedía otra cosa: que le hiciéramos llegar regalos (golosionas) que el compraba en el kiosko, diciéndole obviamente que había sido él quien se los había mandado.

Como era nuestro amigo, lo hicimos. Lo primero que le dimos fue un bowling, (cabezón, chupete, como ustedes quieran decirle). La conversación fue más o menos así:

• - "Oye Italiana, toma… te lo manda el Talo".
• - "¿Quién?"
• - "El Talo po"
• - "¿Y quién es él?"
• - "El que se junta con nosotros, ese hueón de ahí (lo indiqué con el dedo)"
• - "Ahhh, dile que gracias (Y)"

La operación “regalo de kiosko” al parecer fue exitosa, así que todos los recreos y durante una semana, le dimos un regalo que el Talo compraba en el kiosko. Siempre le dijimos que era mucho mejor si él se acercaba y se los daba, pero la respuesta era tajante: “no compaaadres, es que me da cositaaa”.

Un día entre aburrimiento y ganas de huevear, con mi amigo la bombardeamos de obsequios durante un recreo, aunque eran regalos imbéciles, desde su chocolate, pasando por un corrector gastado y un lápiz mina sin punta.

El punto de tontera máxima llegó cuando agarramos una planta con maceta y todo del jardín del colegio y se lo dimos. Recuerdo bien la expresión de la italiana con ese último regalo, se llevó la mano a la cara, rió y dijo: “ustedes son muy… ¿Por qué no le dicen al Talo que venga y converse conmigo?”.

Esta historia termina con nuestro amigo tomando valor necesario para hablar con ella. Él nos contó que salieron un par de veces y todo bien, así que al final… la táctica de los regalos resultó, supongo. La mano es ser directos.

¿Les ha pasado algo similar?

Imagen CC Fey Llyas