No sé ustedes, pero a mí últimamente pucha que me ha costado. Terminé una relación que duró un par de meses pero ese poquito e intenso tiempo me bastó pa que ahora me cueste un montón volver a sentirme tranquilo, sobre todo cuando ella todavía me ronda.
Y me he puesto a pensar en los términos, esos donde te patean o donde uno es el que da la cortá. Porque hace casi un año me patearon por segunda vez en mis cortos XXX años, y fue una relación super larga. La relación de ahora fue todo lo contrario y siento que me ha costado el doble poder sentirme bien.
Cuando más tenía que protegerme, lo hice y me funcionó. Ahora que fue poco el tiempo que estuve con ella, todavía me pena, se me cruza en sueños extraños y todo. Dejamos de hablarnos –en verdad, nunca fuimos tan amigos-, dejé de incluirla en mis planes, pero no puedo dejar de pensar que hubiéramos funcionado bien, que la cagó en patearme porque sé que le gusto pero también pienso que no tengo que ser yo el que le diga que la estás cagando.
¿Qué es eso que tiene el masoquismo que siempre resulta tan seductor? Uno trata de cuidarse, pero inevitablemente caemos en un círculo como de autocompasión que nos tiene cuestionándonos si hablarle o no, si volver a sentir las mariposas, si volver a caer en los mismos problemas, si volver a empezar todo de nuevo, desde donde lo terminamos. Malditos círculos.
Estos últimos meses comprobé que esos malditos círculos efectivamente podemos romperlos con confianza y seguridad en uno mismo, pero a la vez, también me di cuenta que es super fácil caer en ellos si no tenemos una buena base emocional.
Ahora, ¿qué mierda hago? ¿Me hago el valiente, la busco y le digo todo lo que todavía siento o la corto definitivamente y me preocupo de mí? Quiero puro decirle que venga y me abrace. De nuevo parece el Blog de la Feña esta hueá, pero es lo que hay.
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