Rupturas amorosas, problemas financieros y sociales, o la pérdida de un ser queridos pueden ser algunas de las causas principales de la depresión. Pero, ¿qué pasa cuando una persona que se siente deprimida no ha vivido estas experiencias, y por lo tanto, no tiene claras las causas de su padecimiento? Entonces, se podría hablar de una depresión de tipo endógena.
La palabra “endógeno” es un adjetivo que se refiere a aquello que se origina por causas internas, en este caso, del organismo o sistema. Por lo tanto, la depresión endógena es aquella que tiene un origen biológico, es causada por desequilibrios químicos en el cerebro o se debe a cuestiones genéticas. Los especialistas señalan que puede ser heredada de padres a hijos. Así que, aunque aparentemente surja de la nada y no tenga origen en una situación externa, por dentro, en el organismo, suelen estar sucediendo muchas cosas que no vemos.
Algunos de los síntomas más comunes de la depresión endógena son: el aislamiento social, el nerviosismo, la baja de rendimiento en la escuela o trabajo, aparición o acentuación de pensamientos suicidas, sentimiento de culpa, autorreproche, desconfianza, irritabilidad, falta de concentración y de interés en las actividades cotidianas que antes causaban placer en el paciente. Aunque es más común que aparezca en la población femenina, la depresión endógena se puede presentar tanto en hombres como en mujeres.
Una forma de detectarlo, además de prestar atención a la aparición de los síntomas ya mencionados, es conocer si existen antecedentes en tu familia. Si algún pariente cercano como los padres, tíos o abuelos padecen o padecieron este trastorno, es probable que las siguientes generaciones repitan el patrón. Lo importante es saber que la depresión endógena se puede superar con el tratamiento adecuado.
Algunos consejos para enfrentarla:
Primeramente, si sospechas o crees que padeces este trastorno, es importante acudir con un especialista que confirme y valore el tipo y nivel de depresión que padeces y de ese modo, recetar o no, antidepresivos.
Otras opciones son: No saturar tu día con actividades estresantes pero tampoco hacerlo aburrido y monótono. Reúnete con tus seres queridos y amigos, charlen de diferentes temas, salgan a dar un paseo o hablen de proyectos y planes a futuro. Mantén tu mente ocupada de una forma positiva: participa activamente en actividades sociales con tus compañeros de la escuela o del trabajo. Opta por métodos como la meditación o el yoga, haz ejercicios de respiración profunda cuando desees aliviar alguno de los síntomas. Aprende algo nuevo, toma un curso o un taller de alguna actividad que te interese o apasione. Incluso la buena alimentación y el ejercicio pueden favorecer a tu avance. Finalmente, aprende técnicas de autocontrol para manejar pensamientos negativos que llevan a la tristeza. Recuerda que no debes tener miedo o sentir verguenza de pedir la ayuda necesaria.