Chile anda con parkinson por estos días y aunque adelantarse al momento mismo del parece que está temblando es prácticamente inútil. Cada unos cuantos meses se oía el alharaco campanazo que no podía ser sino una cosa: Operación Deyse. Así es: Deyse, no Daisy, ¿Sorprendidos? ¿Y ahora: D.E.Y.S.E? Sí sí, era una sigla: De Evacuación Y Seguridad Escolar. Yo al menos no lo sabía, siempre imaginaba a la polola del Pato Donald en pleno terremoto tratando de mantener el equilibrio sobre sus enormes tacones, y estoy casi muy segura de no ser la única que la recordaba. Hace poco supe que ya no lleva este nombre el plan de contingencia frente a desastres, cambió a Plan Cooper en honor a una profesora que murió en un tsunami al parecer.
Bueno, esta nota es en honor a la dada de baja Operación Deisy Q.E.P.D. para ella también.
Entonces, sonaba alarmada la campana y la instrucción era meterse debajo de la mesa haciéndonos creer que era por lejos el lugar más seguro del mundo. La mesa de trupán laminado adquiría una fortaleza de escudo romano y uno le confiaba su vida y de rodillas. ¡Ayayay del más gordito! ¡Ay! Corría más peligro que ninguno y el que más a salvo se sentía era el que se sentaba de los primeros, ese que tenía la misión de abrir la puerta apenas se oyera la señal de terremoto imaginario. Era el más romano de todos en ese momento, no importaba quién fuera ni porqué aceitunas se sentaba de los primeros; podía ser el lugar reservado para el más aplicado como también el castigo designado al más piduyento o simplemente el más cegatón, convirtiéndose en héroe, onda Forrest Gump.
Luego de pasar un rato helándose las rodillas, el paso siguiente era abandonar el escudo-mesa y sin sacudirse ni acomodarse el moño salir ordenada y rápidamente al patio. Ahora, suponiendo que la catástrofe hubiera sido real, la hubiésemos pasado debajo de la mesa, y al salir de ella todo sería escombros y llantos y tacones rotos de profesora (¡no puedo dejar de pensar en lo suicida de esos zapatos!). Pero igual había que ser de lo más gente en el ensayo y no gritar ni confortar a nadie, sino solo caminar como un inmortal hasta el patio y formarse del más chico al más pailón, porque sí. Entonces revisaban que estuvieran todos los cursos y claro que estaban todos y cual de todos más felices: estábamos autorizadamente perdiendo clases. Ah, sí, los más felices eran los que estaban a punto de una interrogación oral ¡Güena Deisy!
¿Y a ti, qué anécdotas te han pasado en la "Operación Deyse"?
Foto CC vía Flickr