Sin duda, la personalidad de cada estudiante está definida por el asiento que ocupa en la sala de clases, algo así como: “dime donde te sientas y te diré quién eres”.
No hay que ser un genio para notar que l@s estudiantes que ocupan los puestos de adelante en el aula -o los más cercanos a la mesa del profesor-, son los mateos, aquellos alumnos cuya única motivación es ir a colegio a tomar nota de lo que se pasa en clases en sus relucientes y limpios cuadernos “doble espiral”, subrayan los títulos con lápiz rojo y regla, y usan destacadores de distintos colores para registrar lo más importante. Sus índices siempre están apuntando al cielo para responder lo que el profesor pregunta.
Si se han fijado, todos lo cabros que se sientan en las primeras filas son ordenaditos, pelito corto y usan la corbata donde debe estar –no en la cabeza al estilo Rambo-. La niñas en tanto, todas con sus faldas a la altura de la rodilla y con el cabello delicadamente tomado y peinado. Son serios y en sus vidas no hay tiempo para hacer desorden.
En contraparte, el fondo de la sala es un antro de perdición, un espacio donde los jóvenes se dedican a pasarlo bien, obviando que frente a ellos hay un profesor escribiendo mil cosas en la pizarra. En los puestos de atrás la vida se disfruta, convirtiéndose en la extensión del recreo.
Se me vienen a la cabeza varias cosas ventajosas para los revoltosos que se sientan en los últimos puestos, y que más que ir a aprender al establecimiento educacional, van a “pelusear” con sus amigos. Ojo que si eres mateo, esta lista te podría hacer cambiar de opinión...
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Se puede dormir a “pata suelta” sin que el profe se entere. Lo mejor para pasar desapercibido es poner unas mochilas sobre la mesa a modo de escudo protector, y en este caso, el delantal se transforma en la almohada más cómoda que pueda existir. Eso sí, cuidado con ponerse a roncar porque ahí sí que los “cachan” de una.
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Se puede pololear sin temor a recibir una reprimenda del profesor. Debajo de la mesa, se puede hacer piola y los “besuqueos” se pueden complementar con unas manos locas. Pero no se pasen de listos, nunca olviden que van en el colegio para aprender otras cosas. Para el amor siempre está la plaza cercana al colegio.
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Para los golosos, en los últimos asientos se puede comer tranquilamente, sin escuchar un: “joven, párese y bote ese chicle, no sea mal educado”, o “alumno, guarde ese sándwich en su mochila, tuvo todo el recreo para comérselo”. El único problema de esto, es que tus compañeros de puesto son como ratas y lo único que querrán de ti en ese momento son tus bocados.
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Algo muy importante que debía ir más arriba en esta lista. Los asientos traseros son el lugar ideal para copiar. Es cierto, no es una acción honrada, pero me pongo de pie para aplaudir a los copiones porque son unos verdaderos espías-ninjas. Cuanto talento hay que tener para poder desviar la vista hacia la prueba del compañero, sacar el torpedo o pasarse las respuestas sin ser descubierto por el ojo de águila de algunos docentes. En mis tiempos tenía un profe perro, “el trucha”, un ojo al frente y el otro a la… Bueno, como sea, a pesar de su defecto visual, era seco para descubrir a los copiones.
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Tienes la visión total de la sala de clases. Eres el monarca de la sala, no se te escapan los movimientos y andanzas de ningún compañero. Tienes el control sobre tu trono dispuesto al final del aula.
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Y algo no menor y digno de cualquier estudiante travieso. Desde el fondo de la sala puedes gritar y molestar al profesor sin que él sepa quién es el pilluelo, a menos que tus compañeros acusetes te delaten.
Bueno, yo era de los que se sentaba en los últimos puestos de la sala, aunque eso no quiere decir que yo haya hecho todas las cosas que describí en la lista (Oknot).
Bueno niños, aprovechen los últimos días de vacaciones y procuren llegar temprano al colegio el primer día de clases, para que puedan elegir los tan cotizados últimos puestos de la sala. Diversión garantizada durante todo el año.