A pocos días de que aparezca marzo, el telón de las vacaciones baja rápidamente para los miles de estudiantes en el país. Hay que volver a la triste realidad, bueno, aunque algunos están todo el año con “chipe libre” ya que van al colegio a puro calentar el asiento y “pelusear”, pero eso es harina de otro costal.
Al llegar diciembre, la única motivación de los jóvenes es salir de vacaciones, pero, ¿qué significa salir de vacaciones? Estar viajando durante todo enero y febrero a distintas partes y salir a fiestas “zorronas” en la playa, o significa estar acostado todo el día en la casa viendo películas, navegando por Internet y jugando play?
Claramente, las vacaciones se viven de distinta forma dependiendo de la persona, todos disfrutan sus vacaciones de acuerdo a sus posibilidades, siempre hay que considerar el factor monetario y uno no menor, si hay o no permiso de los viejos para salir a vacacionar.
En lo personal, debo reconocer que estudié toda mi vida en un colegio con número y en región. El panorama máximo para el verano era ir de paseo a Santiago y sacarse fotos en el Paseo Ahumada. Otros, iban a casa de familiares que vivían en sectores rurales en algún pueblo de mala muerte. Los menos afortunados iban a acampar a ríos o lagos tan turbios como el agua de la placa de mi abuela. Bueno, esos eran mis panoramas de estudiante veraniego, hasta que por las sorpresas de la vida, tuve la oportunidad de vacacionar en Buenos Aires en 2006. Estaba en tercero medio.
No vamos a decir que es un gran viaje, de hecho, descontando el pasaje, allá las cosas son más baratas que en cualquier ciudad de Chile. Para mí fueron dos semanas filete, conocí y caminé más que testigo de Jehová buscando una casa donde le abran la puerta. En fin, me tomé muchas fotos para presumir que estuve en el Obelisco o en el Estadio “La Bombonera” de Boca Juniors.
Después de mi viaje -que fue en enero-, lo único que quería era volver al colegio para presumirle a mis amigos el tremendo viaje que me había pegado, a diferencia de ellos que a lo más habían ido a la casa de sus abuelos en un pueblo en la punta del cerro. En mis tiempos de escolar, no se usaba Facebook o Twitter, por tanto, no había forma de que mis amigos supieran donde estaba, a menos que los llamara, pero con suerte tenía un celular con el “Snake” y con saldo 0.
Febrero pasaba lento, y tras el inolvidable viaje, mi vida volvió a la rutina cotidiana. Dormía hasta las dos de la tarde, me levantaba, almorzaba, y de cabeza al computador o al Super Nintendo a jugar Super Soccer –lo sé, debía tener un PS2 en esa época, pero no-. Ni siquiera salía a fiestas en esos años. Era la diversión total(?)
Como no hay mal que dure cien años, llegó marzo. Entro a la sala y mis compañeros estaban ahí, expectantes para que les relatara las experiencias vividas en mi viaje –bueno, no me esperaban, pero yo lo creía así-. Me acerco a ellos presumiendo con mi llavero de Boca Juniors que salía del bolsillo de mi pantalón, lanzo un “wena cabros” generalizado, pero me hacen callar diciendo: “quédate piola, este otro está contando sobre su viaje a España”. Mis aspiraciones se derrumbaron. Permiso, quiero llorar…
Como consejo, siempre se puede mentir un poquito para tratar de impresionar a tus compañeros. Es decir, puede ser que en tus vacaciones hayas vegetado todo el día en tu pieza, pero tus amigos no tienen por qué enterarse de eso. Puedes decir que te fuiste de vacaciones una isla paradisíaca donde justo no había Internet, por ende, no había Facebook, Twitter, Instagram o Foursquare para hacer check-in, pero hay fotos, que están en tu tremenda cámara profesional, que por seguridad, no llevas al colegio. Es una mentira mala, pero digna para competir con tus compañeros que sí tuvieron vacaciones de verdad, bailando música electrónica con una Corona en la mano en una playa en Reñaca, comiendo pizza en el centro de Roma, bañándose en las aguas del Mar Mediterráneo o montando un camello en medio del desierto del Sahara.
Y tú, cuándo entres a clases, qué vas decir: ¿Qué viajaste a los lugares más maravillosos creados en la tierra o qué estuviste un mes ordeñando vacas con tus abuelos en el campo? ¿Qué te ibas de fiesta todos los días de la semana o que te acostabas a las 10 de la noche a ver películas y series en el cable? En fin, tienes dos opciones, ser honesto y soltar la firme sobre tus panoramas veraniegos, o mentir para quedar como el “papito zorrón” del verano. Si te inclinas por la segunda opción procura ser convincente, porque te puede salir el tiro por la culata.
Por último, aún te quedan algunos días para revertir tus aburridas vacaciones o para seguir pasándolo filete con tus amigos.