El uniforme escolar se ha arraigado en nuestra cultura como la indumentaria por excelencia de los establecimientos educacionales. Sin embargo, este ha sufrido considerables transformaciones a lo largo del tiempo y ya podemos vivir tranquilos sin saber hacer un nudo de corbata. Los días en que había que ir al colegio con “ropa de calle” eran los preferidos, es que la tradición de ocupar uniforme se remonta a 1930. Carlos Ibáñez del Campo estableció la obligatoriedad de que las instituciones de educación primaria y secundaria adopten una tenida uniformada para los estudiantes. Principalmente, en un intento de establecer la disciplina militar dentro de los recintos educacionales. Así el uniforme se impuso como distintivo hasta hoy. Sabemos que el uniforme más tradicional estaba compuesto -en el caso de los hombres- de camisa blanca (a veces celeste), corbata, pantalón gris, zapatos negros bien lustrados, y bestón. Mientras que el femenino se caracterizaba por un jumper. Algo no tan lejano a la realidad actual, los pingüinos siguen presentes. Sin embargo, se han diversificado las vestimentas, apuntando hacia la comodidad. El jumper ha dado paso a diversas faldas o pantalones, y las camisas o blusas son reemplazadas por poleras de pique. Las zapatillas negras son cada vez más vistas. Mientras que los colores se han ido sumando a ese clásico blanco y negro. Estos cambios se han ido desarrollando acorde al debate sobre la conveniencia de imponer uniformes. Los argumentos a favor y en contra son variados. ¿Llegará el momento en que ya no se usen? Un argumento que sostiene el uso del uniforme es que los estudiantes así toman más en serio el colegio. De la misma forma que la mayoría de los trabajadores “se disfrazan” para ir a laborar. Al mismo tiempo, se dice que los uniformes escolares ayudan a imponer disciplina, ya que así se suprime la individualidad de los niños, inhibiendo la expresión, y obligando a los estudiantes a ajustarse a reglas determinadas. Por otro lado, un programa académico que motive a los estudiantes a aprender y a pensar por su cuenta, puede ser un factor mucho más determinante que el uniforme. Otras razones a favor del uniforme, es que el aspecto distrae a los alumnos de sus estudios, ya que muchos se preocuparían de la ropa en vez de aprender. Además, se esgrime que al no obligar el uso del uniforme, los alumnos competirían por la ropa de marca, donde serían precisamente los niños más pobres los desfavorecidos. Sin embargo, esto puede ser una buena oportunidad para aprender a aceptar a compañeros sin discriminaciones. Finalmente, existen argumentos donde afirman que el hecho de obligar a los estudiantes a llevar uniforme agrava el espíritu rebelde. Así como también puede potenciar la identificación y pertenencia con la institución. Es una discusión que se debe abordar, para ser partícipes de los cambios, ya que por ley no es obligatorio el uso de uniforme. Son los reglamentos internos de cada colegio que los establecen, en los cuales profesores, apoderados y centros de estudiantes deberían tener voz. Lo cierto es que ya hay alternativas donde no ir necesariamente con uniforme. De todas maneras la libertad para modificar el tradicional atuendo es cada vez mayor, lejano a la rigidez de hace unos años.
La evolución del uniforme escolar ¿Es necesario?
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por
Ignacio G