Hace algunas semanas atrás, conocimos el caso de Alejandra Carrasco, estudiante del Liceo Carmela Carvajal que no pudo más con su depresión post-parto. ¿Cómo una joven madre, activa participante de las movilizaciones estudiantiles, termina tomando una decisión tan drástica como quitarse la vida? Después que Alejandra diera a luz en marzo, su mamá recurrió al colegio para averiguar qué protocolos se tomaban en casos, y se enteró que no existía ninguno, según recordó la mujer al The Clinic. Luego, se dirigió al Ministerio de Educación donde le informaron que la ley del pre y posnatal no se aplica a las escolares embarazadas. Le dieron a entender que Alejandra debía incorporarse a clases.
Luego de obtener un certificado médico que le dio reposo hasta el 31 de julio, Alejandra se reintegró a clases en agosto. En la sala cuna que había al lado le dijeron a su madre que no había cupo y que iban a ver. No pasó nada. Tampoco con los jardines infantiles de la Junji, donde le pedían ficha de protección social y le ofrecían matrícula para marzo de 2014.
Por cien mil pesos, la estudiante consiguió que una vecina le cuidara la hija, mientras iba al colegio. Comenzó un tratamiento psicológico, gracias a las gestiones de su madre, ya que ni en el Sernam ni el CRS de La Florida encontró ayuda. La consulta con un psiquiatra, en este último lugar, nunca se le asignó. El caso de Alejandra, tristemente, grafica el abandono que sufren las madres adolescentes en el país. No existen protocolos, no cuentan con una atención especial, y los colegios pueden hacer lo que quieran, aunque por ley está prohibido expulsar a las alumnas embarazadas.
En este asunto, la desigualdad se hace notar con fuerza. Mientras en comunas como La Pintana y La Granja, el total de madres adolescente bordea el 20% (21,6% y 20,9% respectivamente) en otros lugares, como Vitacura y Las Condes, no supera el 3% (1,4% y 2,4% respectivamente).
Sin educación sexual, la carga queda al criterio del colegio y de los profesores. “Sé que los niños de estos sectores necesitan más que nadie que se les enseñe cómo evitar embarazos y, sobre todo, a quererse y respetarse. Hay mucho niño solo que no le interesa a nadie. Sus papás tienen tantos problemas para logar un estándar mínimo de vida que no les queda tiempo y se preocupan de la vida sexual de sus hijos cuando aparecen las consecuencias”, explicaba en un reportaje un profesor de un colegio de La Pintana.
Paradójicamente, muchos se centran en la defensa del feto a como dé lugar, pero luego del parto, pareciera que se olvidan de él y su madre. Aunque pude sonar inadecuado citar a un comediante en una situación como esta, lo cierto es que uno de las rutinas de George Carlin nos recuerdan bastante las contradicciones de esta problemática en Chile: “Los conservadores pro-vida están obsesionados con el feto hasta los nueve meses, pero después no quieren saber ni oír nada de ti. Nada. Ni guarderías, ni comida en la escuela, ni salud gratis. Si eres pre-natal bien, si eres pre-escolar, estás jodido”.
Porque cada vez que se debate acerca de temas como el aborto, el embarazo adolescente o la educación sexual, se omite groseramente el aspecto socioeconómico de la problemática.
¿Dónde estaban las organizaciones que dicen apoyar la vida cuando Alejandra necesitó ayuda? ¿Qué hizo el sistema de salud público por ella? ¿Por qué no se hace algo trascendental con respecto a la educación sexual de los adolescentes? ¿Por qué no se garantizan asuntos mínimos como derecho al pre y posnatal a las escolares y guarderías para ellas? ¿Por qué se sigue apoyando indirectamente la perpetuación de la pobreza?
Son miles las madres que deben afrontar duros escenarios como el de Alejandra. Y tal como pide su madre, es importante que “haya una política educacional que le dé derechos a la madre adolescente, que haya atención mental. Yo no quiero que ninguna niña más sufra”.
(Foto)