Dentro de todas las críticas que se pueden hacer al actual sistema educativo chileno, existe una realidad que puede hacernos enfurecer: la educación Técnico-Profesional está en crisis y va derechito al cajón. Según cifras del Ministerio de Educación, el 40% de los egresados de colegios Técnico-Profesionales nunca se titula, 40% no ejerce y/o no continúa sus estudios superiores y apenas un 20% trabaja en el área de su formación.
Además, los colegios que imparten Educación Media Técnico-Profesional (EMTP) no poseen criterios sobre las condiciones mínimas para impartir especialidades, por lo que no pueden ser comprobadas en los procesos de reconocimiento oficial. Asimismo, no hay cómo monitorear que se cumplan los requisitos de los procesos formativos de este tipo de educación. Por lo que nadie fiscaliza la calidad.
Otro punto es que los datos del Mineduc reflejan que “en la PSU de matemáticas sólo un 1,5% de estudiantes de establecimientos Técnico Profesional (TP) logran puntajes superiores a los 600 puntos, contra el 24,2% de los estudiantes Científico-Humanista (CH)”. Eso se suma a que sólo el 44% de los egresados de liceos Técnicos Profesionales siguen sus estudios superiores versus un 66% de los Científico-Humanista.
Por otro lado, como el proceso de acreditación es voluntario, ya que no hay ley que obligue a las instituciones, sólo están acreditados el 21% de los Centros de Formación Técnica (CFT) y el 44% de los Institutos Profesionales (IP). Lo que es trágico, puesto que de un total de 164 instituciones de Educación Superior, el 63,4% son IP (45) y CFT (59).
Es decir, si un estudiante se decide a ingresar a un colegio Técnico profesional, nadie puede asegurarle que saldrá con los conocimientos necesarios para desempeñarse en el mundo laboral, ni siquiera que pueda dar una buena PSU y seguir con sus estudios superiores. Y es más, tampoco podrá estar seguro que el CFT o IP que escogió para seguir sus estudios superiores le entregará las herramientas necesarias.
En conclusión, sólo queda en manos del alumno informarse sobre empleabilidad, mallas, profesores, etc. de la institución donde se quiera estudiar. Además, (casi) siempre es un buen signo que el establecimiento esté acreditado y nunca hay que olvidar conversar con quienes estudian ahí o ya egresaron o titularon para conocer la realidad.
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