Cambiar de colegio a uno emblemático significa mucho más que adquirir mejores conocimientos que el resto, se trata de un nuevo estilo de vida con un tipo de personas especiales. Digo especiales, porque a pesar de las buenas notas, se puede encontrar un mundo exótico de seres extraños, normales y alocados.
En mi caso, estuve en liceo Carmela Carvajal de Prat. Tuve unas amigas increíbles desde séptimo básico, pero no todo fue color de rosa. El proceso de selección fue arduo, la competencia era gigante. Las salas estaban repletas de niñas de 12 años y todas querían ser parte de este colegio de renombre a nivel nacional... Me atrevo a decir incluso que más de mil damitas rendimos el exámen ese año.
El primer año, por supuesto, es el más ñoño de todos. Siempre con delantal, siempre a la hora y siempre bien peinadas y vestidas, pero pucha que costaba sacarse buenas notas. Antes, cuando íbamos en otros colegios, éramos las primeras de clase, pero todo desapareció cuando la exigencia comenzó a ser parte de la cotidianidad estudiantil.
Llegó la enseñanza media y, junto con una ola de nuevas alumnas, comenzó a aparecer la rebeldía y la identidad. No le hacíamos caso a todo lo que nos decían los papás y de a poco llegamos a escoger nuestras propias prendas de vestir. Incluso los chiquillos del Instituto Nacional, del Aplicación y del Alessandri se ponían a las afuera del colegio a esperarnos (buitres, obvio).
Sin duda, las distintas experiencias hicieron que mi paso por un colegio emblemático fuera entretenido. Sufrí con algunos ramos (sobre todo biología), pero aprendí más que si hubiese estado en otro colegio. La exigencia también iba de la mano de muchas restricciones, las cuales coartaban nuestra libertad y nuestras ganas de pasarlo bien. En ocasiones llegaba a ser absurdo, casi un regimiento.
Sin embargo, creo que todos podemos llegar a aprender mucho más de lo que nos enseñan si realmente queremos averiguar qué es lo que está pasando a nuestro alrededor. Estar en un colegio emblemático no te sitúa en una posición superior a la del resto, sino que formas parte de lo que llamamos estudiantes de la educación básica o media. Está en cada uno de nosotras y nosotros esforzarnos para crear propias herramientas que enriquezcan nuestra educación.
¿Te hubiera gustado estudiar en un liceo emblemático o estás bien estudiando dónde estás?