El verano, en lo largo y ancho del país, muestra su esplendor con temperaturas agradables, días más largos, levantadas más tarde y dichosas vacaciones. Atrás quedaron ya los
despertadores y los celulares que nos arrebatan del Olímpo - en el mejor de los
casos - a las 07 a.m. inaugurando con distintas melodías, un día nuevo, que comenzaba entre
revoloteos, resistencias y un amor desesperado que nace entre tú, las sábanas y
tu almohada. No obstante, a 15 días de comenzado el año, cambia el panorama de las vitrinas, del cotillón al uniforme escolar...
En el año 1930 y por ordenanza del entonces Presidente Carlos Ibañez del Campo, se
acuerda que todos los establecimientos de Chile deberán usar un uniforme que los identifique del resto de la ciudadanía. Fue luego, en el gobierno de Frei Montalva que se propuso un modelo único de uniforme escolar y finalmente en el gobierno de Michelle Bachellet, éste ya no es obligatorio, sino optativo siempre y cuando se tenga el común acuerdo de padres, apoderados, profesores y alumnos.
Recuerdo que desde pequeño y al estar en vacaciones, iba al mall (como costumbre
sagrada) los fines de semana, lugar que frecuentaba también la gran parte de
los niños de mi edad. Aquí veía los inmensos maniquíes ofertando nueva ropa de
colegio y parecía acabárseme el relajo y volvía la pesadilla del regreso a
clases. Veía a todas las señoras casi en histeria, probando en sus hijos todo lo que creían indispensable para un exitoso año (como si el hábito hiciera al monje). Mientras los papás refunfuñaban en las esquinas pensando que entre navidad, año nuevo, las vacaciones y la montaña de productos que se llevaban las damas éstas, el sueldo no alcanzaba.
Es recién en estos últimos años en los que hasta yo – que no tengo ese sagrado
deber de comprar artículos y ropa escolar - me he sentido ofuscado de ver tan
tempranamente vitrinas llenas de productos escolares ofertando “la mejor
calidad a bajos precios”. Creo que todo tiene un tiempo moralmente correcto y esto de llenar vitrinas antes de salir de vacaciones, es casi un “piénsalo bien… recuerda que debes guardar dinero para después comprar todo ésto”, una técnica invasiva de ventas disimulada tras la precaución de comprar con responsabilidad antelada mientras a los pobres “pingüinos” se les retuerce el estómago con el olor a cuaderno nuevo, lápices, mochilas, camisas y/o blusas, jumper, pantalones y demases.
Ahora bien, la decisión es de cada quien. Si usted es de aquellos que prefieren dejar
todo listo para tener unas vacaciones realmente relajadas, aprovechando bajos
precios y variedad en tallas, diseños, colores y tamaños, quizás ésto, no le parezca
un exceso sino todo lo contrario, una medida que favorece la tranquilidad de
los papitos.
Y para ustedes jóvenes: Relax! aunque abarroten las ciudades de artículos escolares,
deben saber que aún queda un buen rato de verano y ,por lo tanto, mucha diversión,
descanso y carrete.
Y tú, ¿Ya compraste tu uniforme?
¿Por qué nos ponen uniformes a mediados de enero en los supermercados?
Publicado
por
Eduardo Ferreira