¿Nos estamos sintiendo un poco oxidados a estas alturas del año? Es normal. Con las aguas caídas y los fríos que se ciernen en esta temporada pocas ganas dan de moverse, no obstante, todos tenemos ese Pepe Grillo interior que nos dice que no es muy recomendable pasarse todo el fin de semana en pijama viendo Netflix o adelantando lecturas. Por eso una actividad bastante recomendable es incursionar en el mundo del yoga.
Con numerosas escuelas como la Ashtanga, Iyengar, Bikram y Hatha (cada una enfocada a distintas necesidades), esta disciplina se ha instalado definitivamente como un estilo de vida que promueve el desarrollo no solo del aspecto físico sino también del espiritual. De manera tal que presento aquí 7 -espero motivantes- razones por las cuales conviene darle una probadita:
1. Recto como una regla: tres libros, cinco apuntes, nueve cuadernos y el almuerzo del día caben en una mochila, misma que te puede dejar la espalda con la forma de un signo de interrogación. Corregir la postura se irá haciendo cosa de costumbre en la medida en la que se practique con frecuencia y la mejora no se notará solo en lo que refiere a la zona lumbar, sino también con las caderas y los pies, que sabrán adoptar una posición natural.
2. Todo fluye: la circulación es importante no solo por lo que sabemos de los comerciales de aspirinas. La sangre transporta el oxígeno a lo largo del cuerpo, además de nutrientes y otros componentes vitales. Con el yoga debemos regular la respiración y esto tiene un efecto en la frecuencia cardíaca, lo que repercute también en el tránsito de los componentes recién mencionados. Además, el aumento de la temperatura corporal también favorece este aspecto.
3. Nuevos músculos: si bien el yoga no "crea" nueva musculatura sí hace trabajar zonas completamente olvidadas y desconocidas. ¿Cómo te das cuenta de ello? Porque tras activarlas por vez primera ese amable dolor se hará patente. Pero descuida, ya sabrás que al menos algo tenías y con la práctica lograrás la perfección. Además, nunca está demás decir "¿Has visto qué grande está mi esternocleidomastoideo?" (Sí, es un músculo).
4. Como goma de mascar: el sueño de atarse los cordones con una mano mientras con la otra arreglas una ampolleta está al alcance. Bueno, tal vez no. Pero sí es cierto que el yoga estira la musculatura y la vuelve más flexible. Contrario a lo que se piensa esto no va en desmedro del aumento de masa, sino que simplemente promueve el desarrollo de una anatomía más saludable.
5. Endorfinas: son unas de las causantes de la felicidad a nivel químico en nuestro cerebro. Las obtenemos principalmente de la actividad física, razón por la cual después de un buen entrenamiento muchos obtienen una sensación de placer (a menos que sea el primero, entonces prepárense para un poquito de dolor). En vez de caer en el chocolate u otros vicios, 30 minutos de ejercicio diario -por ejemplo, la práctica de un set de asanas o posturas- favorecerán tu ánimo durante el resto del día. ¿Quién no quiere ser feliz de manera natural?
6. Relaxovision: no todos contamos con un "palacio mental" a lo Sherlock Holmes en el cual refugiarnos cuando la presión es demasiada. Mucho menos un yate que pueda llevarnos al Caribe. ¿Qué hace la mayoría de los mortales? Meditación, ejercicio y una búsqueda de momentos de paz, todos los cuales pueden conseguirse bajo la tutela de un profesor calificado de yoga y dentro de una sala que está acondicionada para tener la menor cantidad de estímulos visuales posibles.
7. Hay uno para cada uno: como mencionamos arriba, existen distintas escuelas de esta disciplina. Ello implica que habrá especialidades para quienes busquen mejorar flexibilidad, trabajar musculatura, curar alguna dolencia o simplemente relajarse. Lo bueno del yoga es precisamente su inclusividad, por lo que todos pueden participar y rara vez se tienen requisitos especiales (aunque siempre se recomienda preguntar por especificaciones en la academia o al maestro antes de inscribirse).
¿Qué esperas para probarlo entonces?