Son cosas que sólo me pasan a mí.
Hace un tiempo atrás pololié tres meses con un chico que era guapísimo. Era alto, musculoso y se vestía como europeo porque no vivía aquí: era modelo de grandes marcas en Inglaterra. De hecho, por eso mismo terminamos, las relaciones a más de mil kilómetros de distancia simplemente no son buenas. De todas maneras terminamos como buenos amigos pero no volvimos a hablarnos ni a vernos nunca más...
O eso era lo que yo creía que iba a pasar.
Había pasado más o menos un año desde que habíamos terminado y yo casi me había olvidado de su existencia, cuando un sábado por la mañana, después de haber carreteado toda la noche con mis amigas y haber llegado a dormir a la casa de mi mejor amiga, mi mamá me despierta con una llamada urgente diciéndome que tenía que devolverme porque íbamos a tener visitas en la casa. El mejor amigo de mi papá iba a ir a almorzar con su polola y su hijo.
Como hija obediente, rápidamente me fui a mi casa y cuando llegué traté de vestirme lo mejor que pude y poner la mejor cara que tenía para recibir al amigo de mi papá.
Claramente lo mejor que pude fue: ponerme un polerón encima y ni siquiera se me ocurrió sacarme el maquillaje corrido de los ojos. Estaba con un tomate en la mitad de la cabeza y más desaliñada no podía estar (por no decir fea).
De repente, tocan el timbre y claramente yo bajé a saludar. Primero saludo al amigo de mi papá, después a su polola y cuando me presentan a su hijo, no lo podía creer...
¡Era ÉL!
El hijo de la polola del amigo de mi papá (suena como trabalengua), era mi ex pololo que estaba de vacaciones en Chile y vino a ver a su mamá.
Me quería morir. Yo figuraba parada como tonta con un tomate desordenado en la cabeza, un polerón gigante, jeans que me quedaban sueltos y pantuflas con forma de chanchito. Lo saludé y obviamente subí a cambiarme de ropa.
Claramente fue un almuerzo extremadamente incómodo, porque mis papás no sabían que nosotros habíamos pololeado (él era 4 años más grande que yo y por eso me habrían matado) pero se notaba que no era primera vez que nos habíamos visto.
Cuando por fin me pude levantar de la mesa, él me siguió y cuando nos dimos cuenta lo estúpido que era toda la situación nos matamos de la risa.
El resto de la tarde siguió de forma muy agradable. Después de ese día no lo he vuelto a ver más.