Si ves a un montón de estudiantes entrando rápido a la sala el primer día de clases no es porque estén emocionados por seguir estudiando, ni porque les encante estar ahí, sino por una sencilla razón: quieren elegir su puesto. A algunos les gusta estar atrás, adelante o al lado de la ventana, tratan de quedar juntos con sus amigos o cerca del mateo del curso. Y así están en sus puestos elegidos hasta que llega el momento del terror: el profesor designa puestos.
¿A quién no le gusta sentarse junto a sus amigos? Hay algunos profesores que simplemente aman designar puestos y ver las caras de sufrimiento de sus alumnos. Siempre está ese profe jefe que decide que él elegirá los puestos de todos los alumnos. Y ahí estás tú, rezando para que te den un buen lugar o no te dejen justo con el que te cae mal. Y claro, no falta el profesor que aboga por la buena convivencia y decide que estar al lado de ese compañero que odias hará que se vuelvan mejores amigos.
Hay otro tipo de profesor jefe, ese que dice "el viernes voy a cambiar a algunos de puesto". Y estás toda la semana con una adrenalina enorme, deseando (por primera vez) que jamás llegue el viernes. Pero llega el día y te conviertes en un ángel. Durante toda la clase del profesor no hablas con ninguno de tus compañeros, pones atención toda la clase e incluso te sientas derecho, todo para demostrar lo angelical que eres y lo mucho que mereces quedarte en tu puesto. Y cuando empieza a cambiar a algunos de puesto te conviertes en una momia, tratando de camuflarte con la mesa para que parezca que ni siquiera existes. Estás muerto. Si sale el profesor de la sala y tú sigues en el mismo lugar es un motivo digno de fiesta.
Pero lo peor es cuando todos los profesores te tienen identificado porque conversas mucho y piden que te cambien. Y te dejan en el primer puesto, justo frente a la mesa del profesor. Igual hay alumnos que son tan conversadores que estando en ese puesto sin nadie con quien conversar, le empiezan a meter conversación al profe. Típico. Lo otro es cuando tienes malas notas y te cambian de puesto al lado del mejor del curso, porque el profesor cree sinceramente que te va a ayudar para subir las notas. Por un lado te hace sentir mal porque no te gusta estar ahí, pero por otro haces fiesta: ¡voy a subir mis notas (pero copiándole)!
En algunas salas los puestos están ordenados de dos y todos tienen un compañero de banco, menos una fila: la de los conversadores y desordenados. Yo estuve en salas así y estar en esa fila era lo peor que te podía pasar, era como la fila de la vergüenza, faltaba solo que te pusieran un gorrito de "tonto" o "cállate". También están esos compañeros medios ciegos que tienen que estar obligatoriamente en el primer puesto para ver, y quedan allí apartados de sus amigos. O los que son muy altos y los tienen que enviar al fondo de la sala. Pero no hay nada peor que los altos medios ciegos a los que ningún profesor sabe donde mandar.
Sucede que el puesto donde te sientas en el colegio es más importante de lo que parece. Pasas en la sala gran parte de tu día y tu alrededor es fundamental. El puesto es una variable importante en la atención que pones y las notas que sacas. Quizás el puesto que asignan los profesores son lo mejor para lo nombrado anteriormente, pero hay que aceptarlo: todos son más felices sentados junto a sus amigos y riéndose toda la clase.
Foto CC vía Oficina Regional de Educación