Se acerca fin de año y con ello, si estás en cuarto medio, toda una serie de rituales y ceremonias que preparan el fin del ciclo. Y no es cualquiera, sino uno que duró doce años (un poco más para quien haya repetido un curso): el colegio. Una de las instancias más características que implica salir de cuarto medio, es la fiesta de graduación o gala.
Comer con la familia, leer discursos y bailar hasta la madrugada son solamente un aspecto del evento. Nada sería lo mismo si no fuera porque se trata de una fiesta formal, a la que todos deben asistir con sus mejores vestidos o trajes.
En general, por un aspecto cultural, los hombres no se suelen complicar mucho. Basta con un terno que se consiguen con alguien más o que quizás compran, pero sin mayores complicaciones. Por otro lado, las mujeres se suelen preocupar más y la búsqueda de EL vestido puede empezar meses antes o incluir encargos al extranjero (no faltan los casos en colegios cuicos).
Si la fiesta se acerca y aún no tienes vestido, puede que te preguntes qué tan importante es la elección de la ropa que usarás para esa noche, que se supone es inolvidable. A lo mejor haz recorrido decenas de tiendas y no has dado con algo que te sientas cómoda.
En primer lugar, lo más importante es elegir algo que te haga sentir cómoda. Si los tacos no son lo tuyo, no ocupes simplemente o usa unos bajos. ¿Por qué tiene que ser obligatorio usarlos? También está la opción de llevar zapatillas u otros zapatos para cambiarse durante el transcurso de la noche.
Con respecto a la elección del vestido, la verdad es que no hay motivos para estresarse. Lo importante de la gala es el rito, es decir, el hecho de realizar algo simbólico para cerrar una etapa. Preocuparse y gastar en exceso para el atuendo que sólo ocuparás durante una noche, no tiene mucho sentido. Por otro lado, pasarse la tarde en la peluquería, tampoco garantiza que el resultado te guste. Lo fundamental es sentirse cómoda, y si esto implica un traje y peinado sencillo, opta por no complicarte.
En cuanto a la vestimenta de mi propia graduación, recuerdo las siguientes situaciones que pueden servirte a modo de consejo: una compañera llegó naranja gracias al auto bronceante, otra fue a la peluquería y terminó mojándose el pelo con agua para desarmarse un peinado que no le gustó, y otra llegó con el mismo vestido que otra invitada ocupó.
En cambio, aún recuerdo a una compañera que se fue a comprar género y una polera que unió a una falda que ella misma se hizo. Su original vestido, que jamás tuvo el riesgo de repetirse, no le costó más de diez mil pesos. El pelo lo ocupó como siempre.
Conclusión: producirse en exceso para la fiesta de graduación, puede traer consecuencias adversas. Mejor relajarse, vestirse cómodos y preocuparse solo de pasarlo bien. Es un momento importante, pero tampoco es para tanto. Mejor que te recuerden por una elegante simpleza, en vez de un excesivo esfuerzo por verte bien, que puede terminar haciéndote ver como alguien que nunca fuiste.
(Foto)