Lo que pasó ayer en las redes sociales fue muy cuático. Resulta que en pocas horas, muchas personas nos enteramos de algo que quizás no debimos habernos enterado. Una persona se suicidó y dejó una carta de despedida en su blog el que programó para que apareciera en su Twitter una vez que sucediera todo. 610 retuits lleva lo que escribió. Más allá de la discusión sociológica que gira en torno a la manera –usar las redes sociales y todo eso-, lo que muchos nos quedamos pensando es en el qué... ¿Qué pasa con esas depresiones mal tratadas que terminan con el suicidio de muchos adolescentes? Porque cuando uno es adolescente, nadie te prepara para enfrentar estas situaciones, depresiones o problemas. Yo me salvé, pero me tocó ver a más de un amigo sufrir y asfixiarse por culpa de sus mentes o corazones rotos.
Comúnmente, la separación de los viejos golpea de distinta forma a los hijos. Cuando uno es más pequeño, no alcanzamos a darnos cuenta de las crisis o lo hacemos después, cuando lo peor ya pasó. Pero a los 13, 14 o 15 años, estas situaciones pueden marcarnos para toda la vida.
De igual forma, las relaciones amorosas hacen lo suyo con nuestros corazones que muchas veces no están preparados para sufrir abandonos, rechazos, frustraciones o incluso, abusos. Terminamos buscando escapatorias que nos hagan evadir u olvidar, como las drogas, pero no siempre funcionan. Me arriesgo a decir que nunca lo hacen.
Ojalá fuera fácil salir de los agujeros negros emocionales en los que a veces caímos. Esos pozos sin fondo donde pareciera que nadie puede ayudarnos a salir. El suicidio no hay que tomárselo a la ligera, pero tampoco debemos juzgarlo. Personalmente, creo que tomar una decisión así requiere de más coraje del que la sociedad moralista y catolizada es capaz de reconocer.
Si el problema nos supera, lo mejor que podemos hacer es respirar, tranquilizarnos y pedir ayuda, siempre habrá alguien dispuesto a escucharnos de verdad. Pero si no, como lo aconseja con mucha sabiduría Pablo Ramdohr en su despedida, debemos dejar de preocuparnos por weás.
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