Tras conocerse el caso de la menor de 11 años que se convertirá en madre luego de sufrir los constantes abusos de su padrastro, se volvió a instalar en los medios de comunicación el debate sobre el aborto legal o la interrupción legal del embarazo en casos especiales, como el de violación.
Diputados, senadores, médicos, opinólogos y hasta Sebastián Piñera han hablado públicamente sobre “el caso” de la menor porque se convirtió -o lo convirtieron- en un caso. Un caso que sirve para que se legitime en la opinión pública la visión conservadora y machista de la elite política de nuestro país.
Lamentablemente, el aborto es una realidad casi histórica ya que por muchos medios anticonceptivos que existan, no todas las mujeres tienen acceso a ellos. Al menos no de la misma forma... ¿Por qué? Porque se comercializan y porque no todas las mujeres (y por qué no también hombres) tienen el mismo acceso a educación, tanto sexual como afectiva.
Podrán decir que en los consultorios se entregan gratis y que en todos los colegios hacen clases de educación sexual, pero ojalá la solución fuese tan fácil. Aunque resulte difícil de creer, es mucha la ignorancia que existe sobre salud sexual, reproducción y métodos anticonceptivos –ninguno 100% seguro-, como quedó demostrado en el último capítulo del programa Contacto.
Según la condición socioeconómica será la educación e información que se tenga sobre el tema, que ayude a prever un embarazo no deseado y hasta a interrumpirlo. Porque en Chile el aborto existe en clínicas y consultas privadas o en centros clandestinos.
A pesar de no haber cifras exactas, se calcula que se realizan unos 300.000 abortos al año. Claro, todos ilegales, pero con considerables diferencias que ponen en riesgo la vida de mujeres, la mayoría, pobres. Y para las que pueden pagar, sólo deben viajar a otro países donde el aborto sí sea legal, como Brasil, Perú, Argentina o Estados Unidos. Chile es el único país de Sudamérica que no posee ninguna excepción de aborto legal, ni siquiera terapéutico. Como leí por ahí, los grupos “provida” terminan siendo en la realidad “promuerte”, no porque la deseen, sino porque al no existir una alternativa de aborto legal, no están evitando que los abortos se realicen, sino que se continúen haciendo en pésimas condiciones –o en las mejores si es que se tiene el dinero necesario-, conllevando muchas veces el fallecimiento de la mujer que desea interrumpir su embarazo. Quienes dicen representarnos y legislan en relación a este tema, fácilmente podrían llevar a su hija a operarse de “apendicitis” a una clínica privada o realizar un viaje express al extranjero.
Que sean las mujeres quienes decidan sobre sus cuerpos y sus vidas, con seguridad, información y educación. De seguro que si todas tuviésemos la misma calidad de educación al respecto, el mismo acceso a métodos preventivos, el aborto no tendría por qué ser una alternativa tan recurrente.
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(Foto tomada de Commons Flickr)