Los resultados de pruebas como la PSU, el Simce y la PISA, son frecuentemente utilizados para realizar todo tipo de análisis acerca de la educación que entrega un establecimiento. Así, el desempeño de sus estudiantes en estos test es determinante para la reputación de un colegio. Sin embargo, estos puntajes no son capaces de dar cuenta de muchos aspectos de los procesos educativos, y tampoco son sinónimos de calidad.
“Emplear pruebas estandarizadas para averiguar la calidad educativa es como medir la temperatura con una cuchara”, dice James Popham, académico de la Universidad de California y autor de “¿Por qué las pruebas estandarizadas no miden la calidad educativa?”.
“Las cucharas tienen la misión de medir cosas diferentes que el calor o el frío. Las pruebas estandarizadas de logros tienen la misión de medir algo distinto de cuan buena o mala es una escuela", explica Popham.
Por otro lado, muchos de los ítems se concentran en evaluar conocimientos y destrezas que no necesariamente se aprenden en el colegio, sino fuera de él. Probablemente, son estas habilidades y conocimientos los que pueden estar más presentes en un contexto socioeconómico que en otro.
“Lo que mejor explica el cómo le va a un niño en una prueba estandarizada, sobre todo en cuarto básico en el Simce, es lo que se denomina el capital cultural, es decir, el origen socioeconómico, el contexto social en que vive, cómo se ha formado en los primeros años, y no la escuela. Ésta última explica una pequeña proporción de la balanza, los más pesimistas afirman que sólo un 25%, mientras que un 75% está explicado por el origen socioeconómico”, explica Sergio Garay, del Programa Gestión y Dirección Escolar de la Fundación Chile.
Existe además un desajuste importante entre los que se enseña y lo que se mide. El contenido presente en los test no siempre es abordado de forma completa en los textos escolares. Esto provoca que se fomente el aprendizaje centrado en la memoria y orientado a capacidades de bajo nivel. De esta forma, los centros educativos se dedican a enseñar solamente lo que se va a evaluar, reduciendo el plan de estudios en desmedro de un pensamiento más disciplinado y razonado.
Jim Cummins, profesor del Departamento de Currículum, Enseñanza y Aprendizaje de la Universidad de Toronto, Canadá, se refiere a la presión puesta a los docentes. “Los maestros están presionados a obtener altos puntajes, generalmente gastan mucho tiempo de sus clases practicando lo que va a ser evaluado en la prueba, focalizándose más que todo en las habilidades básicas evaluadas”, señala.
Otro aspecto de este tipo de test es que se concentran en lo que los estudiantes no saben o no pueden hacer. “Las pruebas estandarizadas son frecuentemente usadas para resaltar las debilidades de los estudiantes y no sus fortalezas”, sostiene Howard Gardner, propulsor de la teoría de las inteligencias múltiples.
Gardner también apunta a la homogeneidad de los cuestionarios y el conocimiento que evalúa, ya que se aplican evaluaciones de “talla única”, sin considerar la diversidad de currículum y de los estudiantes a los cuales se les aplica. De esta forma, se asume que todos tienen las mismas habilidades y condiciones para aprender o el mismo contacto con lo evaluado.
En relación a esto, Garay cree que otro problema está en cómo “los medios de comunicación, en especial la prensa escrita, hizo un uso muy inadecuado de los resultados. Es decir, estableció rankings, comparó peras con manzanas, cosas que no se podían comparar en ningún caso. Comparó escuelas que trabajan con población muy vulnerable con escuelas que trabajan con población de altos recursos. Esas comparaciones son imposibles de hacer”.
Finalmente, no es adecuado poner demasiadas expectativas en lo que este tipo de pruebas puedan entregar. Estos test “están hechos solamente para ponderar lo que es el aprendizaje en un área determinada, y a partir de eso proyectar políticas a nivel nacional o por grupos socioeconómicos”, concluye Garay.
¿Qué otros aspectos crees que no miden las pruebas estandarizadas?